sábado, 6 de octubre de 2012

SECRETOS DE CONFESIÓN



He quedado estupefacto por una noticia que sorprende, no ya al que está fuera, sino que involucra toda una alteración de responsabilidad y normativa, decisiva para los que están en el cristianismo, cualquiera que sea su observancia o su militancia. Confesáos los pecados unos a otros dice San Pablo.

El asunto es peliagudo. Se pide por parte de sacerdotes de la Iglesia Católica, que se revele el secreto de confesión en casos en los que lo piden creen que son importantes y decisivos. Por ejemplo que se denuncie de nuevo al general argentino, Videla, (que ya ha purgado en la cárcel sus excesos) para de alguna manera conseguir una venganza o reparación.

Siento contradecir a estos audaces sacerdotes, porque deseo con toda mi alma que los cristianos tengan como refugio la confesión, y recibir el perdón de pecados. Sé que esta es una cuestión bastante debatida, y que suscita muchas controversias entre las iglesias cristianas y críticas en los medios paganos.

¿Se imaginan a ustedes a un confesor que tenga que revelar  lo que un penitente le cuenta, sobre algún asunto pecaminoso y vidrioso? Un sacerdote católico, al que se le revelan muchas lacras que pueden padecer, por la causa que sea, los que dependen de su predicación y pastoral, cristianos al fin.

No he querido entrar en este asunto hasta que han saltado las alarmas, y me obligan a ser beligerante en esta materia. No deseo penetrar en los entresijos de tan tratada materia, pero ¿se figura alguien si este principio se vulnera? ¿Que sería de las gentes que buscan en un confesor el consuelo, y la seguridad de que al fin y al cabo, cuando se hace genuinamente bien, con estricto arrepentimiento, Dios perdona sus pecados?

Un penitente o un cristiano perplejo, busca personas que le pueden ayudar, consolar, y animar, para que esté en confianza ante Dios, una vez que sus pecados han sido confesados con real  arrepentimiento. Y la condición (implícita en el arrepentimiento), de que de una u otra forma, deba reparar los excesos con que haya podido lastimar a otras personas, a las que haya ofendido, despojado, maltratado o perjudicado.

Los curas modestos o eminentes, se han encontrado numerosas veces (más de las que sospechamos) en conflictos en los que el secreto de confesión, les ha llevado a parecer cómplices de alguien que ha cometido un desacato manifiesto contra la ley.

Y en ocasiones se han visto implicados y desacreditados, solo porque se han negado a revelar lo que en confesión les han referido. ¿Recuerdan la película YO CONFIESO?

Y es que el confesor, al que se revelan secretos a causa de la angustia del creyente, le está vedado revelar que él está enterado de tamaña vulneración de la ley humana y divina. Y los enemigos del cristianismo, no se andan con remilgos y denuncian, sea o no verdad, cada cosa que creen que se hace mal en la Iglesia.

Nos podemos figurar a un receptor, aunque solo sea amigo, al que en nombre de Dios se le hace conocedor, como consejero o salida espiritual de delitos cometidos, y que él está obligado a no revelar a nadie. ¿Quién se confesaría o pediría consejo o cualquier otra cosa con relación a su vida, si el secreto de confesión, sigilo sacramental, o lealtad, se vulnera? ¿A donde iría, el que en angustia busca perdón y sanidad?

Una cosa es conocer un delito por la causa que sea, y otra recibir confesión o socorro espiritual, sobre una mala acción de la que el perpetrador está profundamente arrepentido. Bosquejo este escrito torpemente, ya que hay personas que en cualquier congregación, sabe más que yo sobre estos temas, a los que pudorosa y humildemente me acerco. Algo tengo yo que decir.

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